En el último debate presidencial antes del balotaje, Sergio Massa y Javier Milei se midieron en un mano a mano menos confrontativo de lo que se proyectaba y que, por momentos, se deslució detrás de las escasas reacciones de contrincantes que durante casi dos horas mantuvieron la mesura para hablarle a los indecisos.
En el primer bloque temático, Massa expuso lo que sería un gobierno argentino en manos del economista liberal, acorraló a Milei con las propuestas electorales de la plataforma de La Libertad Avanza y evitó que se pongan en foco los problemas de su gestión al frente del Palacio de Hacienda.
Para el libertario no fue tan sencillo esquivar las críticas. Se mostró a la defensiva, desmintió lo que él o sus dirigentes más cercanos plantearon a lo largo de la campaña e intentó cuestionar con escasa contundencia al ministro candidato.
En el segundo bloque, el debate se emparejó. Milei logró recuperar protagonismo y pudo contraatacar a un Massa que suavizó su postura y que desaprovechó varias oportunidades de confrontación.
Debate medido, con pocos argumentos y muy ensayado
Al inicio del debate, los dos candidatos se mostraron sólidos en su preparación y ensayados los tiempos, aunque a Massa se lo vio menos estructurado a la hora de la confrontación y más cómodo, sin apuntes o papeles para consultar.
Sin embargo, contrario a lo que Unión por la Patria esperaba, el libertario se supo controlar ante las críticas del tigrense. El estar a la defensiva lo opacó desde el principio y le hizo desaprovechar la oportunidad de confrontar al ministro con los datos de su gestión económica, pese a que planteó ejes como la inflación, la pobreza, la indigencia y la pérdida del poder adquisitivo del salario, incluso cuestionando a su nuevo aliado político, Mauricio Macri.
Los dos plantearon que la Argentina enfrenta una elección histórica, pero se enfocaron en ejes diferentes. Massa acorraló al libertario y apeló a la institucionalidad; al respeto; al equilibrio emocional que debe tener un presidente; a los riesgos de la dolarización, de la quita de subsidios y de la privatización de la educación, la salud y la jubilación.
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Por su parte, Mieli se mostró sólido en su exposición económica y en las recetas para terminar con la inflación; confirmó la dolarización, el arancelamiento de la universidad pública y la quita de subsidios a mediano plazo, y ratificó que eliminará el déficit fiscal, con críticas a la gestión actual de poca contundencia.
Si bien Massa intentó enfocarse en propuestas -tal como bajó la orden a su equipo de campaña y le marcó a Agustín Rossi para el debate de candidatos a vicepresidentes-, las confrontaciones de la primera parte del mano a mano opacaron las escasas argumentaciones de su exposición.
Por su parte, al Milei mostrarse a la defensiva, poco pudo ahondar en propuestas y fueron mínimas las argumentaciones para defender su proyecto de gobierno. Tampoco supo aprovechar el tiempo del contraataque.
“Expreso con pasión la indignación, no agredo”, le respondió Milei a Massa cuando le pidió que mantenga la compostura. También cuestionó “la campaña del miedo” e intentó desmentir cada una de las acusaciones del tigrense.
Los dos sobreactuaron su mesura y midieron sus palabras en busca de los votos de Patricia Bullrich y del cordobés Juan Schiaretti. Massa mencionó en varias oportunidades a las economías regionales, muchas de las que dependen del Mercosur, y advirtió sobre los riesgos que implicarían para las provincias romper relaciones con China y Brasil. Milei apenas pudo esbozar que quedará en manos de privados y que en su gobierno no se regulará ninguna de las relaciones comerciales.
El segundo bloque permitió emparejar el debate
En la segunda parte del debate, la centralidad se emparejó. Massa bajó las críticas y Milei logró sortear el tema de derechos humanos, donde LLA suele ser cuestionada, para volver a poner el eje en temas que habían quedado pendientes en materia económica, su fuerte.
El ministro candidato se mostró menos incisivo y desaprovechó la oportunidad de llevarlo a un terreno incómodo para el libertario, que le significaba poner en riesgo el voto radical. En dos oportunidades, Milei mencionó a Raúl Alfonsín, y Massa no tomó el guante para enfrentarlo con la idea de que fue el “peor presidente” según dijo el libertario.
Por eso, en el segundo tramo del debate, Milei bajó la confrontación; volvió más tranquilo del corte; moderó la voz; se mostró más sólido que en los ejes anteriores que estuvo a la defensiva, aunque protagonizó algunos traspiés, como la mención a Rudolph Giuliani; logró refutar algunas propuestas de Massa y apeló a eslóganes de campaña de Bullrich, como “el que las hace las paga” o las “14 toneladas de piedras que tiraron en el Congreso durante la reforma jubilatoria”.
Bajo la consigna de ser “el presidente del trabajo”, el tigrense se enfocó en las propuestas de gobierno, lo que permitió al libertario tomar aire y desdibujar la estrategia del primer bloque en el que lo enfrentó con sus propias ideas y lo obligó a desdecirse permanentemente.
En una estrategia ensayada, Massa intentó reservarse siempre los últimos segundos de cada eje temático y tener la última palabra; mientras Milei le permitió manejar la conversación y apeló al voto sin miedo.
En la balanza final, Massa fue más contundente, confrontó sin agresiones personales y presentó propuestas; Milei logró ratificar el voto de su núcleo duro y su gran ganancia fue haber podido mantenerse en eje.
(TN)